Monday, May 05, 2008

 

Sobre ciertas ambigüedades

Cuando yo estudiaba el pregrado en la Universidad Católica, y consideraba la posibilidad de estudiar literatura (lo que finalmente no hice), circulaba una curiosa definición de la tarea del creador literario. Se la escuché a algunos de mis profesores, a mis jefes de práctica y a muchos de mis amigos literatos. No recuerdo haberla leído expresamente en ningún texto (pero mi memoria puede fallarme), aunque sí recuerdo varios artículos y manuales que parecían insinuarla (pero al releerlos hoy confirmo que se trataba solo de una mala lectura de entonces). A mí nunca me convenció, aunque entonces no sabía bien por qué, y el relativo consenso que alcanzaba me hacía dudar de la relevancia de mi preocupación. Después de años de pensar profesionalmente sobre el lenguaje y la lengua, sé hoy que no puede ser cierta, o de otro modo la literatura sería algo trivial e irrelevante (lo que, por supuesto, no es).

La idea que circulaba (y no sé si todavía circula) era la siguiente: la tarea de un creador literario consistía en escribir textos polisémicos, es decir, textos con múltiples significados, infinitamente ambiguos, para que el lector se deleitara en su desciframiento. Cuanto más ambiguo era un texto, cuanto más significados pudiéramos extraer de él, más literario, más poético, mejor. Así, la literatura quedaba definida como el reino de lo polisémico, de la multiplicidad del sentido, de lo ambiguo.

El pequeño problema con esta definición es que, si fuera correcta, casi no habría acto lingüístico que escapara a ser considerado literario. El lenguaje es un proveedor gratuito de sentidos; nos proporciona significados de manera automática e inconsciente y con una mínima intervención de nuestra parte. No hay necesidad de proponerse ser ambiguo; la ambigüedad surge mecánicamente en todos los vericuetos de nuestras oraciones, aparece sin aviso en la relación entre lo que decimos y lo que dejamos de decir, en la tensión entre nuestros enunciados y el contexto real o imaginado de la enunciación. Lo que decimos reverbera en sentidos, dobles y triples, y cuando la comunicación es exitosa se debe siempre a la generosidad de nuestros interlocutores, quienes, auxiliados por contextos favorables y por sistemas de creencias similares a los nuestros, desentierran nuestro mensaje, casi oculto en nuestras frases. De esta manera, las posibilidades para la incomprensión son casi infinitas (especialmente entre personas que no comparten los mismos horizontes vitales, en mensajes puestos en contextos ajenos y, por supuesto, en lenguas o variedades diferentes).

Pongamos un ejemplo, prestado al maestro Eugenio Coseriu. ¿Cuál es el sentido de la oración Sócrates es mortal? Tiene, en verdad, muchos, infinitos sentidos. Una posibilidad es que simplemente afirme que el individuo Sócrates va a morir alguna vez. Otra es que sea la conclusión de un silogismo (algo como "Todos los hombres son mortales/Sócrates es hombre/Sócrates es mortal"). Otra es que sea una advertencia a su mujer Jantipa (según Jenofonte, Jantipa era de muy mal carácter, incluso violenta; de esta manera la oración podría querer decir algo así como "Cuidado Jantipa, no lo maltrates mucho, que Sócrates es mortal"). Y otras muchas posibilidades, de acuerdo con las infinitas situaciones en las que puede usarse esta expresión.

Aunque no pretendo definir la literatura ni mucho menos, es claro que la tarea del escritor no puede ser producir muchos sentidos. Al contrario, su tarea es retringir la multiplicidad de sentidos, encauzar el torrente de significados que el lenguaje proporciona para que manifieste una idea interesante, para que ilumine un aspecto de la realidad, para facilitar una comunicación efectiva y continua. Un buen texto no es uno con muchas interpretaciones, sino uno en el cual las interpretaciones (muchas o pocas) se ordenan coherentemente para iluminar la comprensión de lector, para guiarlo en su tarea diaria de entender el mundo, o al menos para mostrarle una perspectiva nueva, a la que no accedería de otro modo.

Y no se trata solamente del escritor de ficciones o del poeta. En la medida en que el lenguaje nos concierne a todos, todos somos responsables por controlar cualquier posible desborde de sentidos. En eso precisamente consiste la responsabilidad al escribir: en no dejar que nuestra pluma escriba por sí misma, sino en armar nuestros textos de manera que expresen lo que realmente queremos decir, sin dejar que la ambigüedad nos traicione. Noten que eso no significa que las ambigüedades no deberían existir, solo que deben estar calculadas, restringidas a aquello que efectivamente permitimos que se diga, no generarse sin ton ni son.

Que esa tarea no es fácil lo confirma dramáticamente la estupenda colección de "trabalenguas" que Gustavo Faverón ha ido coleccionando y comentando en su blog. Se trata de frases que sorprenden porque disparan un significado que su autor probablemente no pretendía, o porque tras las palabras se esconde un vacío conceptual, un intento deliberado de confundir, o incluso una amenaza. Aquí quiero comentar dos de las más recientes; ambas envuelven una ambigüedad. Una es relativamente inocente; la otra no.

La primera es una cita de un reporte del diario El Comercio:

Heraud Pérez estuvo enterrado por 45 años en el cementerio "Los Pioneros" de Puerto Maldonado.
Antes de recibir sepultura, sus familiares leyeron varios fragmentos de los poemas que escribió Heraud, entre ellos "El Viaje", con el que obtuvo el premio "El Poeta joven del Perú", así como El Río (1960), entre otros.
El Comercio, 2 de mayo del 2008

Como es obvio, la intención es decir que antes de que Heraud recibiera sepultura, sus familiares leyeron varios fragmentos de los poemas. El texto citado, sin embargo, permite la siguiente interpretación: que quienes están recibiendo sepultura son los familiares. Noten que el texto es ambiguo: también quiere decir algo como Antes de recibir sepultura Heraud, sus familiares leyeron varios fragmentos de los poemas; el hecho de que Heraud sea el sujeto de la oración anterior y el tema general del texto, condicionó la elección de referente para el sujeto de recibir, olvidando que los sujetos de verbos infinitivos tienden a interpretarse localmente (en ese sentido, la prominencia del tópico recurrente Heraud se ve amenguada por la cercanía de la frase sus familiares). Una vez más, el lenguaje proporciona gratuitamente un sentido que el redactor no buscaba.

La segunda expresión es menos inocente. El 21 de abril del 2008, La Ventana Indiscreta entrevistó a Sara Albirena Gutiérrez, empleada civil de la Policía Nacional del Perú, encargada de las relaciones con la prensa. Previamente, el Diario La Primera había expuesto a catorce agentes policiales; la señora Albirena Gutiérrez se queja por eso de la siguiente manera:
Conozco a los policías que han sido agraviados y abusados por la libertad de expresión y la democracia en la que vivimos actualmente.
Sara Albirena Gutiérrez, en La Ventana Indiscreta, 21 de abril del 2008
Lo que quiere decir es que la revelación de los nombres de los agentes es, en su opinión, un abuso posible debido a que hoy existe libertad de expresión y democracia. Sin embargo, al usar la preposición por, introduce un sentido adicional: que la libertad y la democracia han agraviado y han abusado de esos policías. Como sabemos, la preposición por puede expresar dos significados diferentes; por un lado, puede indicar el agente (por ejemplo, El auto fue comprado por Juan, donde Juan es el comprador); por otro lado, puede indicar la causa (como en Se cerró la ventana por Juan, donde Juan no es quien cierra la ventana sino que alguien más la cierra por causa de Juan---este puede estar resfriado, por ejemplo).

Es evidente que hay una crucial diferencia de sentido en la declaración citada, según la interpretación que se asigne allí a por. Si se le asigna el sentido de agente, entonces se convierte en una acusación contra la democracia y la libertad de expresión, como si estas fueran un obstáculo, un problema a resolver pronto; es una invitación al golpe de estado, a la persecución contra los periodistas, a la censura. Si por el contrario se le asigna la interpretación de causa, es una queja resignada, casi una expresión de capitulación frente al molesto control que la prensa ejerce sobre las instituciones del Estado en las sociedades democráticas.

Podemos sospechar, un poco aliviados, que el sentido de causa (y no el de agente) era, tal vez, el sentido que se intentaba, a partir de cómo ha sido recibida la declaración en algunos medios. Por ejemplo, el diario La Primera, principal aludido, la interpreta como una acusación de estar "abusando de la libertad de información" (es decir, en el sentido de causa). Además, la propia Ventana Indiscreta publica en Agencia Perú una versión escrita de la declaración con un significativo cambio:
Conozco a los policías que han sido agraviados y abusados por la libertad de expresión propia de la democracia que vivimos actualmente.
Versión escrita de la declaración de Sara Albirena Gutiérrez a la Ventana Indiscreta (Agencia Perú)
En esta versión en vez de y se coloca propia de. Como es obvio, este añadido refuerza la interpretación de causa, aunque no elimina del todo la de agente---y claro, la versión escrita no es fiel a la declaración original (como puede oírse en los minutos 3:15-3:25 del video original en los archivos de La Ventana Indiscreta del 21 de abril del 2008).

En todo caso, la ambigüedad está allí. Y, por desgracia, no sabemos si está allí porque la entrevistada bajó la guardia y permitió un sentido que no pretendía (y en este caso es simplemente un texto mal armado, no exitoso, inocente), o si está allí para que la leeamos entre líneas, para que la descifremos en todos sus terribles alcances, para que tengamos miedo de la democracia y de la libertad de expresión (y en este último caso sería un texto exitoso, muy eficaz, aunque nada inocente).

Hablar (y escribir), entonces, es una tarea que entraña responsabilidades inmensas. Ahora bien, ¿quiere decir esto que tenemos derecho a criticar lo que los hablantes hacen con su lengua? Bueno, curiosamente, la expresión lo que los hablantes hacen con su lengua es ambigua. Por un lado quiere decir que los hablantes le hacen algo a la lengua: la cambian, le inventan nuevas palabras, le añaden otras. En este sentido, nadie tiene por qué criticar eso. Pero también quiere decir que los hablantes le hacen algo a alguien con su lengua. Eso ya es diferente. Amenazar (o insultar) no es solamente usar la lengua; emplear ambigüedades no es solamente dejar que la lengua fluya irrestricta. Es también usar y abusar del poder, es ocultar la verdad, es poner en peligro la libertad. Esto último también se hace usando las palabras. Y por supuesto que puede ser criticado.

No solo la literatura lidia pues con la ambigüedad; la multiplicidad del sentido es consustancial al lenguaje, a todo acto lingüístico. Quizá no podamos evitar las ambigüedades del todo. Pero fallar al escribir o hablar claramente debería implicar siempre una toma de responsabilidad, una respuesta, una disculpa, o al menos una corrección. Esa es también una manera de contribuir con la libertad de expresión y la democracia.

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Comments:
Tu argumento me recuerda a uno de los Minima Moralia de Theodor Adorno, que escribió poco pero muy juiciosamente sobre el acto de escribir. En mi deficiente traducción, el texto reza así:


Un texto disciplinadamente escrito es como una telaraña: denso, concéntrico, transparente, firme y ajustado. Atrapa en su red todo lo que vuela a su alrededor, y exprime hasta la última gota de significado de las metáforas que son su presa. El sentido se da de lleno en sus redes. La solidez de un concepto puede apreciarse en cómo hace que una cita llame por sí sola a la siguiente. Cuando el pensamiento ha abierto un compartimiento de la realidad, debería penetrar de allí al siguiente sin violencia alguna; muestra la verdad de su relación con el objeto al hacer que otros objetos cristalicen a su alrededor. La luz que arroja sobre el tema permite vislumbrar los contornos de lo que lo rodea.
Theodor W. Adorno, Minima Moralia, ¶51: "Hinter den Spiegel"
 
En literatura supongo, que desde el estructuralismo se supuso que era una forma habil de describir la literaturapor medio de la oposicion connotacion-denotacion. pero en otros criticos, el fin es la de una lectura social, o la de un dialogo entre el lector, el escritor, y el lugar donde se lee el texto.

El estudio de la Literatura se ha abordado desde diferentes "escuelas". La ambiguedad del texto literario, tambien se afronto en Jackobson, planteando que el lenguaje posee ciertas funciones. Una de ellas la funcion poetica. Segun el, la funcion poetica es algo que se ve en cualquer comnicacion, pero es usado como fuente primaria en la literatura. Criticas sobre esta postura, se ha dado durante mucho tiempo. Hasta el punto de llegar de hablar en vez de funciones a la de competencias o de digamo situaciones retoricas. En donde, dependiendo de una gramatica, y de la situacion se puede comprender o generar ciertos discursos, inclusive tener una posicion o una reaccion frente a ellos. Pero supongo que son solo lecturas sobre un texto, o campo discursivo.

la pluralidad linguistica Si este es el concepto mas difundido, es verdad y tienes razon de ser critico, hasta ya habia visto ese problema cuando estudiaba literatura. Pero tambien es algo que se puede ver no en situaciones comunicacionales, sino en muchisimos generos discursivo. Desde los serios, hasta los comicos, desde los cientifico hasta los puramente de placer. En lugar de llamarlo plurisemantismo, usualmente le dan el nombre como el de: interpretacion, o lectura de x autor, o simplemente intertextualidad.

Saludos.
 
Si yo intento describir mediante proposiciones exclusivas del lenguaje natural un estado de cosas, entonces por propiedades semánticas de los sistemas linguisticos naturales en modo alguno sobré sus a) propiedades b)origen c )estructura . Cuando una persona se refiere a otra, describe un estado de cosas, señala algo, intenta denotar un objeto, solo recibe una impresión sensorial, una "apariencia", y no la estructura. Cuando veo un árbol, no observo ni sus propiedades químicas, ni físicas o biológicas, en el caso de que quiera otorgar peso a la expresión "denotacion". Las lenguas naturales, en denotacion, no denotan nada. Si uno quiere denotar, debe poner en correspondencia signos vacios de significado con piezas evidenciales, y ver si la caracterizacion inambigua, logica y sistematica predice, explica y elucida la "estructura" de la apariencia. Así, sé que la proposicion "Un rayo de luz solar tarda ocho minutos en llegar a la Tierra y ser percibido por el ojo humano" es verdadera, contrastando el aparato del lenguaje matematico con el dato empírico.
Los poetas declaran a veces que la ciencia despoja de belleza a las cosas, pero quienes sonlos poetas, que pueden referirse a Júpiter como si fuera un hombre, y deben guardar silencio si es una imensa esfera de metano y amoníaco en rotación ? No importa cuando intenten denotar los poetas y quienes practican los studia humanitatis, porque con una lengua natural nunca nadie ha conseguido desprender predicciones o descripciones del entorno físico, mas si se ha logrado arrancar una lagrima de los ojos de lector.
 
Miguel, felicitaciones por un artículo sólido y bien armado. Me dio varios argumentos para discutirle a mi profesor de sociolingüística, quien el otro día hablando de Voloshinov sostenía que "existe la polisemia, no la ambigüedad, porque los enunciados nunca se producen fuera de un contexto y éste sirve para desambiguarlos".
 
Curiosa esa atingencia, Mariana. Es verdad que a veces los enunciados pueden desambiguarse por el contexto. Pero no siempre.
Lo que sí es posible es que un enunciado no sea ambiguo para su emisor (que quiere decir solo una cosa), pero sí lo sea para el receptor. Pero es perfectamente posible imaginar situaciones donde el emisor efectivamente intenta un mensaje ambiguo.
 
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